
En Galicia existen grandes superficies de terreno (de propiedad particular) invadidas de maleza que crece incontroladamente: el alto coste de las labores de limpieza y la baja rentabilidad de los montes los llevan al abandono. El abandono de los montes, y también de las tierras de cultivo, viene dado en parte, por la pérdida de población de esas tierras. Se produce una pérdida en la vigilancia y control de la maleza: crecimiento descontrolado e invasión de terrenos exentos de ésta especie porque se han dejado de utilizar como cama para el ganado que se convertirá después en estiércol que servirá de abono para las tierras de cultivo. Toda esta maleza podría convertirse en energía, pero parece que preferimos que arda en el monte, de forma incontrolada, llevando a la destrucción de lo propio y de lo ajeno y lamentarnos y maldecirnos por los que está sucediendo.
Pero la invasión de la maleza no es el único factor determinante en la existencia de incendios forestales. La sequía, es el factor que más influye en la existencia de incendios forestales. Sin embargo, aunque la sequía (unida al fuerte viento del nordeste (el famoso nordés) y a las elevadas temperaturas) está en el origen de alguno de los incendios que padecemos en Galicia, no basta por sí sola para explicar la oleada incendiaria que se está produciendo en estos últimos años.
La gran mayoría de los incendios forestales son producto de la suma de diferentes variables: nulo mantenimiento de los montes, reforestación con especies inadecuadas (pino y eucalipto), condiciones meteorológicas adversas (situación prolongada en el tiempo de ausencia de precipitaciones unida a la presencia de temperaturas elevadas, elevándose de este modo el riesgo de incendio.), viento en el momento de producirse el incendio y un detonante explosivo derivado de una acción humana negligente o dolosa dirigida a provocar un incendio.
Es posible que en estos último años se pueda hablar de la figura de los terroristas incendiarios, pero éstos no tendrían nada que hacer si el monte estuviese limpio, sobretodo limpio de tojo, que arde a pesar de estar mojado debido a la superficie que tiene en relación a su masa. El fuego no se inicia en las copas de los árboles, si no en el monte bajo, y una vez iniciado y avivado arrasa con todo lo que encuentra a su paso: troncos, ramas y copas.
Las tareas de prevención y los dispositivos de vigilancia y extinción pueden disminuir la extensión afectada, pero sólo un cambio en la conducta humana podría reducir su número.
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